Valeria Rudloff es Magíster en Ciencias en Meteorología y Climatología del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile. Ha sido asistente de investigación en el Centro de Estudios Avanzados de Zonas Áridas (CEAZA) y en el Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia (CR2). También se ha desempeñado como comunicadora científica en el contexto de la Red de Educación Latinoamericana por el Medio Ambiente (RedLama). Actualmente, Valeria Rudloff es la coordinadora ejecutiva del Museo del Agua de la Universidad de O’Higgins.
por Hernán Bobadilla
Hernán: Deseo comenzar con algunas preguntas de carácter biográfico. Primero, ¿nos podrías contar cuáles fueron las motivaciones que te llevaron a estudiar geofísica y en particular a estudiar meteorología y clima?
Valeria: Bueno, en realidad tengo varias motivaciones e inquietudes, más allá de lo estrictamente científico. En particular, hay dos ámbitos que son bien importantes para mí: las artes y la filosofía. Posiblemente, mucha gente creyó que yo iba a estudiar la una o la otra. Sin embargo, para mí, estas inquietudes están muy emparentadas, en particular la ciencia y la filosofía. Ambas estudian qué es la realidad, una desde el pensamiento y el raciocinio, la otra desde la materia, observándola y manipulándola. Así que, al momento de elegir una carrera, opté por el plan común de ingeniería en la Universidad de Chile, en línea con mi lado más científico/matemático. Eventualmente, sentí la necesidad de aprender más sobre los varios problemas ambientales que estamos enfrentando. Por ello, decidí estudiar Ingeniería Química y posteriormente Meteorología y Clima.
Hernán: Dados tus múltiples intereses, ¿fue un problema para ti integrar estas varias aristas durante tu educación? ¿Pudiste satisfacer tus inquietudes filosóficas y artísticas en la universidad?
Valeria: Al menos las filosóficas, sí. Eso lo agradezco bastante. En la Universidad de Chile, tenía la opción de tomar cursos de “formación general”, algunos con énfasis en ética y filosofía. ¡Yo los tomaba feliz! En cuanto a lo artístico, ahí la universidad estaba más desprovista, aunque tomé un par de cursos de historia del arte. Pero seguí desarrollándome artísticamente de forma paralela, en mi casa, en cursos, y en otros ambientes en los que podía interactuar con personas en esos términos. Al principio, no pude dedicarme mucho a esto porque los primeros años de universidad son bien exigentes. El paso del colegio a la universidad no es tan sencillo y a veces una está super perdida. Pero después ya pude integrar varias cosas en mi diario vivir.
Hernán: También te quería preguntar respecto de tu experiencia en la universidad como mujer. Sabemos que existe un problema de representación de género en los espacios de ciencia, tecnología, ingeniería, y matemáticas. ¿Cómo lo percibiste tú, no solamente en el caso de tu educación sino también en tu transición al mundo laboral universitario?
Valeria: Mira, cuando yo entré a la Universidad, la estadística era que una de cada cinco estudiantes era mujer. En ese sentido, al principio me sentía rara. Sin embargo, yo siempre estudié en colegio mixto, por lo cual nunca me pareció extraño estar con hombres. Además, en los años de escolaridad no me consideraba muy femenina, así que en este otro sentido logré estar cómoda en el ambiente universitario. Ya en ingeniería química, extrañamente, había más mujeres que hombres (o personas de sexo femenino para ser más clara). Y lo mismo ocurrió cuando entré al Magíster en Meteorología y Clima donde, al menos en mi generación, había más mujeres que hombres. Ese fue el tiempo en que más interactúe con mujeres en el ámbito científico. Cabe mencionar que en el Departamento de Geofísica había investigadoras mujeres muy prominentes, como Laura Gallardo o Maisa Rojas. Además, había varias figuras femeninas formando parte del departamento en otros ámbitos. Por ejemplo, asociadas al Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), había periodistas, coordinadoras, y otras funcionarias además de las académicas. Más aún, el CR2 tiene una cualidad muy interdisciplinaria que permite que personas de varios departamentos y facultades converjan e integren su trabajo. Por lo mismo, había bastante diversidad en el ambiente, no solamente en términos de género sino también en términos de áreas del conocimiento.
Hernán: Transicionando hacia preguntas de carácter más científico, quisiera pedirte que nos des una perspectiva amplia de los problemas más serios que enfrentamos hoy a escala nacional en el ámbito de recursos hídricos.
Valeria: Yo creo que varios de los problemas que enfrentamos hoy los hemos tenido desde hace varias décadas, y son varias las clases de problemas que debemos atender. Sin duda, tenemos los problemas asociados al cambio climático, el cual altera los ciclos hidrológicos y afecta la disponibilidad de agua para muchos ecosistemas. También tenemos problemas de degradación y contaminación de grandes fuentes de agua dulce, producto de la actividad humana. Sin embargo, yo diría que uno de los problemas que debemos aprender a enfrentar mejor como país es la gestión del agua. Esto es, debemos pensar mejor respecto de cómo el agua nos llega, cómo distribuirla, cómo emplearla, y cómo sanearla después de su uso, dadas las nuevas circunstancias climáticas. El interés en estos asuntos ya ha sido manifestado, por ejemplo, durante el primer proceso constituyente. Sin embargo, hay más aristas respecto de la gestión del agua que son relevantes, como los eventos extremos. Los eventos extremos no son frecuentes: no se repiten sino después de algunas décadas. Por ello, tendemos a no darle tanta atención, aun cuando algunas decisiones de infraestructura podrían ser muy ventajosas. Considera los aluviones en Atacama de hace algunos años producto de las intensas lluvias. Estas son áreas donde falta agua, y por lo mismo, lo ideal habría sido tener alguna forma de canalizar o captar esas aguas de lluvia para distintos usos, y de paso evitar algunos desastres al diseñar mejor la infraestructura de la ciudad (esto es, disminuir el riesgo).
Hernán: Y entonces, ¿qué es lo que está faltando para abordar estos problemas de gestión del agua de forma más robusta? Pareciese que no es información o conocimiento lo que está faltando. Y dada la importancia de los recursos hídricos, uno podría esperar mayores esfuerzos dirigidos a resolver estos problemas.
Valeria: Sí, yo también creo que conocimiento no es lo que más falta. Pero tampoco creo que haya una falta de voluntad respecto de resolver estos problemas. De hecho, creo que varios de los procesos políticos que está teniendo el país responden a que se está empezando a pensar políticamente de forma más consciente. Esa voluntad se está dando, aunque aún no es completa. Siendo más específica, creo que un aspecto crucial para mejorar los problemas de gestión del agua es involucrar a un universo amplio de actores, quienes apunten a los varios elementos que deben ser gestionados. Estos elementos van desde la recepción del agua, su almacenamiento, la calidad del agua al ser retornada a sus cauces, legislar acordemente al uso, la protección de ecosistemas, e invertir en infraestructura. Y adicionalmente, debemos adoptar un pensamiento más amplio para poder llegar a acuerdos aceptables y no quedarnos inmovilizados por años tratando de alcanzar unanimidad en los detalles. Por ejemplo, yo he estado atenta a los procesos de leyes de cambio climático, y toman cerca de diez años desde que se planea y se escribe un proyecto, hasta que se hace ley votada y aprobada. Algunos de los problemas de gestión del agua demandan mayor urgencia, por lo que debemos repensar el marco temporal de ejecución.
Hernán: Varios de los problemas de gestión de los que hablas apuntan a cómo nos debiésemos adaptar a las nuevas circunstancias en que se encuentran los recursos hídricos. Pero ¿podemos aún pensar en mitigar la alteración de los ciclos hidrológicos o incluso revertir sus tendencias?
Valeria: No sé si revertir, pero sí mitigar, absolutamente. Por ejemplo, se pueden hacer cambios en el diseño de nuestra matriz energética o en nuestros patrones de conducta en torno al agua que desaceleren los cambios en los ciclos hidrológicos. Algo nuevo que esta tomando vuelo es el concepto de “soluciones basadas en la naturaleza”, que se encuentra a medio camino entre la adaptación y la mitigación. Básicamente, la idea es que las intervenciones humanas que promueven la adaptación sean coherentes con las dinámicas naturales de la localidad donde la intervención se lleva a cabo. Hay un caso en Estados Unidos de un muelle que era afectado frecuentemente por marejadas, causando inundaciones y destrozos en la infraestructura. Una posible solución podría haber sido construir zanjas o grandes murallas de contención. Pero las personas encargadas de resolver el problema finalmente reconocieron que la zona donde el muelle estaba construido era naturalmente un área de humedales. Por ello, la decisión que tomaron fue la de restaurar el humedal y, de forma paralela, construir un parque que se adaptaba a las dinámicas de éste, con senderos y ciclovías. Al poco tiempo dejaron de tener los problemas de inundación y destrucción de infraestructura y, más encima, el sector se convirtió en un espacio bonito para que las personas salieran a pasear.
Hernán: ¿Qué experiencias hay en Chile de soluciones basadas en la naturaleza? ¿Se ha empezado a discutir estas iniciativas?
Valeria: La verdad es que cada vez que lo menciono, todo el mundo me pregunta qué es eso. Así que creo que es un concepto que no está siento muy ocupado. Yo lo conocí en mi trabajo para el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). A pesar de que hay trabajo y publicaciones en este tema a escala global, aún no es suficiente, y no se ve reflejado a escala nacional. Espero que cada vez que lo menciono, siembro un poquito de duda y curiosidad.
Hernán: Bueno, esto nos sirve como perfecta transición hacia el campo de la comunicación científica, en el que tú te has desempeñado, en particular ahora como coordinadora ejecutiva del Museo del Agua. ¿Cómo nace esta iniciativa y cómo es que tú llegas al museo?
Valeria: Llegué más bien gracias a mi faceta artística, de la que hablamos al principio de esta entrevista. Partió con un proyecto que hicimos con unos amigos (uno artista y dos científicas), el que consistió en diseñar una exposición sobre la lluvia. Era realmente un grupo interdisciplinario, ideal para el proyecto. Las dos científicas eran parte de la Red de Educación Latinoamericana por el Medio Ambiente (RedLama): Macarena Troncoso, oceanógrafa y educadora, y la otra experta en estudios atmosféricos, muy aficionada a la lluvia. Es gracioso porque su nombre es Rocío Ormazábal y tiene un Instagram dedicado exclusivamente a las nubes (@observanubes). En esos tiempos, yo estaba también involucrada en espacios de arte y de dibujo. Y fue en uno de esos espacios donde conocí a Fernando Silva De la Cruz, quien es animador y cineasta. Así que una de sus grandes habilidades era el contar historias. Luego, cuando decidimos juntarnos a planear la exposición, sabíamos que queríamos algo científicamente riguroso, pero que además tuviese un hilo narrativo, que fuese como un cuento, acompañado de una experiencia visual. Nuestra aspiración era que, con esta estrategia expositiva, lograríamos no solo enseñar, sino también generar interés, preocupación, y un goce estético. Postulamos a un fondo para llevar a cabo el proyecto y lamentablemente no lo ganamos, pero nos fue bien y la experiencia sirvió para hacer contactos y ganar reputación.
Así fue como un día recibí un correo de las personas involucradas en el Museo del Agua de la Universidad de O’Higgins. Ellos recién habían ganado un fondo del Ministerio de Educación para implementar el museo. Querían conversar conmigo porque les faltaba un poco de ayuda administrativa y buscaban a una persona que integrara el entendimiento científico del agua con una visión artística. Así que postulé, me eligieron, y empecé a trabajar como coordinadora ejecutiva.
Hernán: ¿Qué tan artísticamente involucrada estás en lo que se hace en el Museo del Agua?
Valeria: Me gustaría hacer más arte… Pero la verdad es que mi trabajo consiste en gestionar otros trabajos y liderar a los equipos. Es cierto que tengo algún grado de influencia porque me involucro y converso bastante con la gente que, por ejemplo, ha hecho videos para el Museo del Agua. Aporto ideas tanto en lo científico como en lo visual.
Hernán: Dado este rol central que cumples en el Museo del Agua, ¿nos podrías describir cual es la visión que deseas concretar y comunicar mediante el museo respecto del agua?
Valeria: Hay al menos dos asuntos que nos importan mucho y que deseamos transmitir mediante el museo. Lo primero es que queremos fortalecer la idea de que el agua no es sólo un recurso para la extracción y uso humano, sino que, por sobre todo, es un elemento vital para todos los ecosistemas. Y nos gusta usar la palabra “ecosistema” para hacer hincapié en que es importante considerar todas las formas de vida. Más aún, el agua no es sólo consumida, sino que también es el medio en que varios seres conviven. Es un medio que moldea los espacios en que vivimos, por ejemplo, erosionando las rocas y generando cuerpos de agua que propician una vida en particular. En ese sentido, nos gusta referirnos a nuestra visión como una “visión eco-céntrica”, la cual creemos es importante para transformar nuestra cultura y relación con el agua.
Lo segundo es que queremos que el museo adopte una visión holística respecto de los saberes que tenemos como especie humana en torno al agua. No queremos meramente enfocarnos en los conocimientos científicos clásicos de la química o la física del agua. Queremos también considerar la visión de las ciencias sociales, la historia, y las artes. Incluso, queremos abordar cómo la humanidad se ha vinculado con el agua de manera espiritual. Creemos que todos estos aspectos son igualmente relevantes y constituyen distintas perspectivas en torno al agua. Esto hace que el museo tenga un carácter multidisciplinario.
Hernán: Según esto, percibo que el museo aborda varios aspectos del agua con una actitud integradora, propositiva, y afirmativa, enfocada en lo ecosistémico más que en lo estrictamente humano. Esto parece contrastar con la actitud antropocéntrica, catastrofista y a veces apocalíptica con que varios medios abordan las circunstancias ambientales actuales. ¿Es ésta una decisión consciente dentro de sus afanes comunicacionales? ¿Cómo pretenden abordar aquellos aspectos más “oscuros” de las circunstancias actuales del agua?
Valeria: Mira, no es que el museo no vaya a hablar de cosas “negativas”. Por supuesto, vamos a abordar temas como los eventos extremos (por ejemplo, los aluviones de los que hablamos antes), o la polución humana en cuerpos de agua. Pero efectivamente, no es nuestra idea comunicar solamente lo negativo sin entregar herramientas para lidiar con ello. En otras palabras, no se logra mucho solo asustando a la gente y generando pánico. Es por ello que nuestra visión involucra la expectativa de que las personas tomen conciencia y trabajen en pos de una situación más favorable. De nada sirve que la gente tome conciencia de la gravedad de los problemas sólo para tener ansiedad climática y no hacer nada porque sienten que ya no hay vuelta atrás. Debemos entender la situación actual, pero también debemos entender qué podemos hacer para mejorar nuestras circunstancias. Es como tener una herida. No podemos simplemente decir “bueno, ahí está la herida, que lamentable”. No, la idea es hacer algo: curarla, limpiarla, si necesita un parche ponérselo, para que sane bien.
Hernán: ¿Cómo les ha ido con la propuesta hasta el momento? Entiendo que ya tienen un sitio web andando y están a la espera de obtener un espacio físico para el museo.
Valeria: Sí, el sitio web está funcionando (www.museodelagua.cl). Ahí estamos integrando distintos materiales en los que estamos trabajando, dado que el sitio partió hace poco en 2022. Vamos a seguir subiendo nuevos videos y materiales de uso escolar, tanto para estudiantes como profesores. Y prontamente tendremos un espacio físico para comenzar con nuestras primeras visitas. De hecho, el museo estará en la localidad de Rengo, donde hay un campus de la Universidad de O’Higgins, cuyas dependencias debemos refaccionar para que se transformen en el Museo del Agua. Como esto es una inversión grande, pretendemos iniciar actividades con recorridos al aire libre y desde ahí vamos a seguir construyendo. Tomará algunos años, pero vamos paso a paso.